Por: José Gregorio Vielma Mora
@VielmaEsTachira
La semana pasada me refería a la necesidad impostergable de contar con una oposición sana, estable, verdaderamente interesada por aportar soluciones a los problemas que nos aquejan a todas y a todos. Estar del lado político contrario no requiere deslegitimar las instituciones que rigen la vida del país. Desde el punto de vista estratégico, la actitud de la MUD de crear matrices de desconfianza hacia el árbitro electoral es abrirle caminos a la violencia y a la inestabilidad política.
Esta estrategia jamás le ha dado buenos dividendos, ni cuando han perdido elecciones y mucho menos cuando han conquistado gobernaciones y alcaldías. Ellos saben, puertas adentro, que se van a respetar los resultados del próximo 6D, entonces ¿Qué se pretende con la reiteración del descrédito al CNE? La única respuesta es tener siempre las puertas abiertas para abrir una nueva etapa de caos y desestabilización.
Algún día, cuando transcurra más tiempo en esta historia de torpeza política, podremos comprobar el inmenso daño hecho a nuestro sistema institucional. La oposición venezolana en estos 17 años, se ha dedicado, sin sacar dividendos, a deslegitimar todas nuestras instituciones: Fuerza Armada Nacional, Ministerio Público, Contraloría General y hasta aquellas donde tienen participación como la Asamblea Nacional.
Ellos critican al CNE como si no participaran de las discusiones y las decisiones que allí se toman. Jamás informan a sus seguidoras y seguidores de las reuniones en las que participan ni de las propuestas formales que hacen. Se comportan siempre como ajenos a un Poder Electoral del cual forman parte con el fin, premeditado, estar permanentemente en la posición “política” de desacreditarlo.
Ahora se niegan a firmar un acuerdo para reconocer los resultados, pero como esta vez no le será tan fácil salirse del reto que les ha planteado el PSUV, sobre todo por la posición triunfalista asumida, buscan nuevas salidas. Entre ellas la de imponerles condiciones al CNE como si eso no fuera más de lo mismo. Igualmente le exigirán condiciones al gobierno y al PSUV, las cuales seguramente serán inadmisibles e inalcanzables para buscar nuevas excusas de no reconocer los resultados si le son adversos.
No me refiero a condiciones como el acceso a los medios públicos, al cual tienen derecho. Con absoluta certeza irán más allá, como lo han pedido otras veces. Tratarán de limitar la política informativa del gobierno nacional, objetivo éste que no será posible porque el gobierno está en la obligación de informar a las venezolanas y venezolanos. Ya lo intentaron en campañas electorales en el pasado, pero tampoco pueden exigir algo que ninguna fuerza política en el poder está en capacidad racional de cumplir, cuando ha venido siendo atacada despiadadamente desde todos los flancos. Un gobierno sometido a ataques económicos internos y externos, a una permanente campaña de descrédito internacional y una constante guerra psicológica sobre su población.
Por otra parte, la sola exigencia de los observadores internacionales como garantía de transparencia ya arroja sombra de duda sobre el CNE y eso es inadmisible, particularmente porque ya conocemos las posiciones sesgadas de organismos internacionales como el Parlamento Europeo, dominado por la derecha, la OEA y la ONU, organizaciones que no pueden esconder la influencia de EEUU sobre ellas.
Así que, como en el pasado, asistimos a un escenario repetido. La oposición derechista debe entender de una vez por todas que, para conquistar el poder deben generar ideas, discusiones, proyectos. Deben salir a convencer al pueblo con soluciones reales, no tratando de agravar una realidad económica como único discurso electoral y mucho menos cuando han sido parte activa del sabotaje económico bien por acción u omisión, como las traicioneras posiciones asumidas a propósito del problema fronterizo con Colombia y la declaratoria del Estado de Excepción.
Sin embargo, abrigamos la esperanza de una racionalidad política que nos acerque a esta nueva contienda electoral con un escenario de cielo despejado. Desprovisto de las amenazas de violencia a las que no somete siempre la oposición con poses victimizadas frente a un Poder Electoral que siempre ha respetado los resultados y con un sistema electoral moderno y eficiente, probado en múltiples eventos.